sábado, 19 de agosto de 2023

Alfonsina de Storni - su carne, y el alma se le curva un poco (13 poemas)




VIDA

Mis nervios están locos, en las venas
la sangre hierve, líquido de fuego
salta a mis labios donde finge luego
la alegría de todas las verbenas.

Tengo deseos de reír, las penas,
que de domar a voluntad no alego,
hoy conmigo no juegan y yo juego
con la tristeza azul de que están llenas.

El mundo late; toda su armonía
la siento tan vibrante que hago mía
cuanto escancio en su trova de hechicera.

¡Es que abrí la ventana hace un momento 
y en las alas finísimas del viento
me ha traído su sol la primavera!


VIEJO CAJÓN

Viejo cajón que eres así cual una madre,
que me ofreces tus brazos como un amigo bueno
para arrojarme en ellos en forma de papeles
donde puse o pusieron algo unido a mis sueños.

Tú, donde yo he botado neurasténicamente
el cáliz que hallé fresco y te lo di por viejo
librándole mezquina de mis manos nerviosas
que ávidas se tendieron sobre el capullo nuevo;

tú que no ignoras nada de este desorden mío
que de tu espacio breve hizo un cofre bohemio
dejando que se muerdan algunos besos suaves
y haciendo que se besen algunos odios muertos;

tú que has visto mis manos crispadas abrazarte
cuando quise en tu tumba enterrar un recuerdo,
que acaso eres el único que conocer de cerca
cuáles son mis amores y cuáles mis desprecios,

estás lleno de polvo, olvidado en la oscura
habitación que nadie visita, ni el sangriento
lamparazo del sol cuando marcha, ni el blanco,
orificado leve, sobre la aurora abierto...

Yo he penetrado ayer en el cuarto sombrío;
me allegué para abrirte, mi buen amigo viejo...
¡Y he sido un cobarde! ¡Mis manos han temblado
y no pude mover tu lomo polvoriento!


ABSINTHIAS

Con mis veintidós años de juventud divina
yo tendría que ser una planta lozana
que arraigada en la tierra fertilísima y sana
floreciera cien rosas de ilusión cristalina.

Pero en la tierra sana que la mente imagina
mi vida—,  sombra mala que en seguirme se afana
ha dejado caer con imprudencia vana
abono de dolores cargado de morfina.

Y es que por eso tan sólo; es por eso que cuando
Fingiéndome la planta en la tierra me expando
para brotar en flores de algún himno auroral,

con la savia que robo me llegan las toxinas
¡y en vez de florecer en blancas sonatinas
florezco las absinthias de la planta fatal!...


FECUNDIDAD

¡Mujeres!... La belleza es una forma
y el óvulo una idea—.
¡Triunfe el óvulo!

Dentro de la mentira de la vida
existe una verdad
y hay que seguirla

La verdad es que nada en la Natura
deber perderse.

La tierra que es moral porque procrea
abre la entraña a la simiente y brota
dándonos trigo.

El vientre que se da sin reticencias
pone un soplo de Dios en su pecado.

Son para él las rosas que abre el sol.
Él vibrará como una cuerda loca
que el Misterio estremece.

El vientre que se niegue será atado
al carro de la sed eternamente.

¡Mujeres! Sobre el grito de lo bello
grite el impulso fuerte de la raza.
¡Cada vientre es un cofre!

¿Qué se guarda en las células que tiene?
¿Cuántos óvulos viejos han rodado
guardándose el misterio que encerraban?

¿Estaba en ellos quien hacía falta?

¡Mujeres! La belleza es una forma 
y él óvulo una idea...


PRESENTIMIENTO

Tengo el presentimiento que he de vivir muy poco.
Esta cabeza mía se parece al crisol,
purifica y consume,
pero sin una queja, sin asomo de horror.
Para acabarme quiero que una tarde sin nubes,
bajo el límpido sol,
nazca de un gran jazmín una víbora blanca
que dulce, dulcemente, me pique el corazón.


BORRADA

El día que muera, la noticia
ha de seguir las prácticas usadas,
y de oficina en oficina al punto
por los registros seré yo buscada.

Y allá muy lejos, en un pueblecito
que está durmiendo al sol en la montaña,
sobre mi nombre, en un registro viejo,
mano que ignoro trazará una raya.


LETANÍAS DE LA TIERRA MUERTA

A Gabriela Mistral

Llegará un día en que la raza humana
se habrá secado como planta vana,

y el viejo sol en el espacio sea
carbón inútil de apagada tea.

Llegará un día en que el enfriado mundo
será un silencio lúgubre y profundo:

una gran sombra rodeará la esfera
donde no volverá la primavera;

la tierra muerta, como un ojo ciego,
seguirá andando siempre sin sosiego,

pero en la sombra, a tientas, solitaria, 
sin un canto ni un ¡ay! ni una plegaria,

sola, con sus criaturas preferidas
en el seno cansadas y dormidas

(madre que marcha aún con el veneno
de los hijos ya muertos en el seno).

Ni una ciudad de pie... Rutinas y escombros
soportará sobre los muertos hombros.


PALABRA A RUBÉN DARÍO

Bajo sus lomos rojos, en la oscura caoba,
tus libros duermen. Sigo los últimos autores:
otras formas me atraen, otros nuevos colores
y a tus fiestas paganas la corriente me roba.

Goza de estilos fieros anchos dientes de loba.
De otros sobrios, prolijos cipreses veladores.
De otros blancos y finos columnas bajo flores
De otros ácidos y ocres tempestades de alcoba.

Ya te había olvidado y al azar te retomo,
y a los primeros versos se levanta del tomo
tu fresco y fino aliento de mieles olorosas.

Amante al que se vuelve como la vez primera:
eres la boca dulce que allá, en la primavera,
nos licuara en las venas todo un bosque de rosas.


PALABRAS A DELMIRA AGUSTINI

Estás muerta y tu cuerpo, bajo uruguayo manto,
descansa de su fuego, se limpia de su llama.
Sólo desde tus libros tu roja lengua llama
como cuando vivías, al amor y al encanto.

Hoy, si un alma de tantas, sentenciosa y oscura,
con palabras pesadas va a sangrarte el oído,
encogida en tu pobre cajoncito roído
no puedes contestarle desde tu sepultura.

Pero sobre tu pecho, para siempre deshecho,
Comprensivo vigila, todavía, mi pecho, 
y, si ofendida lloras por tus cuencas abiertas

tus lágrimas heladas, con mano tan liviana
que más que mano amiga parece mano hermana,
te enjugo dulcemente las tristes cuencas muertas.


TRÓPICO

Cálida, morada, viva,
la carne fría del mar.

Trópico que maduras los frutos:
maduraste el agua con sal;
con terciopelo 
ataste las olas
y las has echado
a soñar.

Cálida,
morada,
viva,
la carne fría,
del mar.

Para mi carne
que se acaba
tu terciopelo
de coral.

Envuelta en él
como una llama
que se desplaza sobre el mar,
tallo erguido
en la tarde,
arder,
chisporrotear...


CANCIÓN DE LA MUJER ASTUTA

Cada rítmica luna que pasa soy llamada,
por los números graves de Dios, a dar mi via
en otra vida, mezcla de tinta azulo teñida,
la misma extraña mezcla con que he sido amasada.

Y a través de mi carne, miserable y cansada,
filtra un cálido viento de tierra prometida,
y a bebe, dulce aroma, mi nariz dilatada
a la selva exultante y a la rama nutrida.

Un engañoso canto de sirenas me cantas,
¡Naturaleza astuta! Me atraes y me encantas
para cargarme luego de alguna humana fruta...

Engaño por engaño: mi belleza se esquiva
al llamado solemne; y de esta fiebre viva,
algún amor estéril y de paso, disfruta.


A EROS

He aquí que te cacé por el pescuezo
a la orilla del mar, mientras movías
las flechas de tu aljaba para herirme
y vi en el suelo tu floreal corona.

Como a un  muñeco destripé tu vientre
y examiné sus ruedas engañosas
y muy envuelta en sus poleas de  oro
hallé una trampa que decía: sexo.

Sobre la playa, ya un guiñapo triste,
te mostró al sol, buscón de tus hazañas,
ante un corro asustado de sirenas.

Iba subiendo por la cuesta albina
tu madrina de engaños, Doña Luna,
y te arrojé a la boca de las olas.


EL CIELO

Casas destartaladas las estrellas;
en sus camas, sin sábanas, alumbrando
el ronco animal hembra y los desnudos
seños al sol picados y rapaces.

Y la boca del ser abierta toda
para tragar los mares de la muerte
y las Guerras saltando por los techos
del solar habitado del espacio.

¡Ay, qué poeta inmenso abrió el torrente
del engaño, que pudo darme el cielo
atroz de llanto y de miseria— alzado

en un jardín de flores diminutas,
como niños que juegan, con su antorcha,
a no toparse en el azul camino!

sábado, 9 de abril de 2022

Cuatro poemas de Los Rostros Ebrios de La Noche - Juan Cristóbal

 EN INFIERNO

 

…y el mundo está podrido y podrido y podrido y en el

Mundo podrido sólo viven el horror y la muerte.

LUIS ROGELIO NOGUERAS

 

viejo tirano: narcotraficante contrabandista y usurero de legumbres recuerdos y milagros

 

ojalá te mueras con tu voz de tortuga y tu apolillada sabiduría de prostíbulo barato para que tus ojos jamás se vuelvan a contemplar la luz amable y generosa de los niños /

 

que los geranios no florezcan en la línea de tus manos / ni las amapolas recurran al sexo desmemoriado de tu amada o a la sombra descoyuntada de tus perros para que te quedes a oscuras (como el cumpleaños del cesante) en el sudarios ciego e irremplazable de los tiempos /

 

que tu corazón jamás se confunda con el grito de guerra de los hombres / ni con los aturdidos espantapájaros de la noche / ni con el recuerdo invalorable de los vinos -naciendo en el rostro jubiloso del rocío- para que tu lecho sea siempre la ley perseguida por las tretas y las tetas de la rata /

 

que los gorriones jamás vuelvan a picotear tu esqueleto sucio de beodo o tus pies de enano sin consuelo en los afiches nauseabundos de la calle para que las nubes no vuelvan a engendrar mordeduras extrañas o signos fugaces en tu tumba /

 

que los ciegos no te enseñen a pedir limosnas en los bares ni a vender libros o botellas en los parques ni a soñar con las librerías baratas del invierno o con el color verde-cielo de las plantas para que tu mirada siga sumergida en las grutas momificadas y ajusticiadas del espanto /

 

que los días no te hagan sobrevivir en las anchas astillas de los barcos / en los naufragios sin tiempo del domingo / en el azar sin destino de las calaveras ahuecadas del otoño para que jamás puedas celebrar las delicias de tus babas en los collares impostergables de la muerte /

 

que jamás un arco iris se pose en las margaritas atontadas de tu nuca / ni las bellas mariposas de los llantos te fecunden en los campos rojos de la dicha cuando eyaculen su ternura en los cuartos insignes del misterio para que las colibríes se olviden siempre de tus ociosas pezuñas de carnero degollado /

 

finalmente que la tierra te trague para siempre como un bocado oscuro en los asilos desgraciados de las monjas o en las últimas sombras castigadas de los cardos para que tus condenados a muerte (como un murmullo suave deslizándose por los muelles serenos de la luna) te despedacen con sus manos crucificadas en el aire y no vuelvas a aparecer como un mendigo en las casas castradas de las moscas ni en los orines destrozados de los sueños ni en los conventos iluminados infinitamente por las rosas /

 

   LOS DE SIEMPRE

 La única manera de vivir plenamente

Consiste en saber que uno está perdido.

ALVARO MUTIS

 

¿y esos de las fotografías nunca duermen?

LEONOR CALMET (93 años)

 

no sólo de pan o amor vive el hombre

también de sus palabras atragantadas como cuchillos en el

              miedo

de sus angustias o desidias vagando como piedras en el pecho

              a las dos de la mañana

cuando el sol arrugado y torvo de sus llantos le hace recordar

que la fiebre derrotada y turbia de sus sueños

no tiene heridas en las manos / cicatrices en el cielo

oraciones en la lengua / letanías en el pasto

matanzas de hijos o parientes en el charco de la nada

sin embargo / con sus sucios y suaves bamboleos

y oscuras vanidades de dientes carcomidos por las palomas

invisibles de la casa / trata de llevarlo a las hogueras de la

calle a enfrentarlo con las sombras impuras de la araña

para no hacerle olvidar / (desde las mareas orgullosas de la

sangre) / que es un simple amanuense /

un ratero con cara de chacal vomitando cuervos y alimañas

en el aliento aburrido de los bueyes

recordando las tretas ocultas y frías de la noche

donde su labor después de calatearse y culear en las cenizas

amarillentas del verano (a la luz chicha-morada de la luna)

y peses a la ausencia de aquesos desdichados y ciegos caracoles

que siempre joden hasta cuando se arrastran por las semillas

              enredadas de las uvas

es quemar todos los bordes hirvientes de la rosa

todas las carnes crudas y arrugadas del rocío

ora en los ojos acaramelados de los zorros

ya en las telarañas duras y microbianas de la mosca

mientras repite como un idiota lo de siempre

tocando las costillas blandas de las dudosas y extrañas

lagartijas: “soy el hijo de dios y basta /

hecho a imagen y semejanza de las ruinas /

afincado en los sucios hospitales de la nada /

para arruinar la última morada de mi penúltima agonía”

pero al final -espeso como siempre

cuando se despierta en su casa a las dos o tres de la mañana

y se encuentra de sopapo con las llaves oxidadas de sus

jefes y sus crueles oficinas

con las fotos de sus hijos asesinados por el frío duro

del engaño y el sol lento de las aguas inservibles en el barro

             y carro de basura

haciendo de las suyas en los labios emputecidos de la hierba

se dará cuenta que nada es verdad en este mundo

de hembras peliagudas y horrorosas tumbas clandestinas

a no ser el estiércol apagado de las vacas

o los brebajes mudos de la selva inundando como boas

las alocadas e incandescentes gonorreas de los curas

por lo que después de caminar un trecho por el campo

malicioso de sus sueños / y herido como un sapo

en las fronteras de concentración de su nostalgia (amapolas y

pecados y tragos de por medio) no le quedará más remedio

que repartir desde el fondo de su alma / (en trance con el

principio de los búhos y las algas malvadas de la tierra) /

estampitas y monedas y direcciones invisibles

en el poste milagroso de la esquina

o aquellas palabras que siempre repetía

como sombras o limosnas expropiadas a las leyes de la guerra:

“que cualquiera decida mi destino / la luz abandonada de mi vida”

y luego de vagar como un mendigo por el corazón

y la techumbre peligrosa de la infancia / entre la desolación y la lentitud de

las ortigas incandescentes en el alba

tras el espectro de los sueños y las nubes trituradas de los parques por el

aceite y las huellas perversas de los ciegos

terminar afirmando como un niño en los árboles frutales

              y resecos de su madre:

“ya nada queda en este mundo de mares y pétalos vacíos

Solo mirar el cielo como bar desarreglado

Y después de loquearse con las huellas de las hembras

Exterminar con estos ojos agrietados

Los poderes y las riquezas inexcusables de la lluvia”

  

GRAFFITIS / a Bob Marley

           

¿este soy yo? ¿y por qué?

MILAN KUNDERA

 

no te hastíes de la vida

haz algo útil con tu tiempo

arroja cuyes a la hoguera

piedrecitas a los ríos

orina en las iglesias

con la complicidad de los mendigos

y la perversión de los espejos

explota los edificios de los ricos

los sueños de tus hijos

la inseguridad de los misterios

recuerda el salario del vecino

las pisadas del andino

el cache o la tristeza

de las tortugas en invierno

no te quedes en pindinga: sueña

con la libertad de tu destino

con la seguridad inconmovible de las estrellas en el viento

con tu padre ebrio como un caballo desbocado

porque yo /norka / y mírame bien de perfil o por la espalda

algún día te cacharé en los mercados

en los rincones destruidos

por el llanto silencioso del canario

yo / el amante juvenil del trago y la mentira

del terokal y la piscina y las combis retorcidas

algún día como un cura hijo de puta te violaré

en los desiertos / en la maleza cachacienta

y morada de tus ojos

que sufren

como parroquia abandonada

el infierno incomprensible y subterráneo de tu anhelo

porque recuerda norka / flaca como cuerda de guitarra

todo es gris

siniestro

malvado

cursi

en los recovecos de la dicha

en las apuestas fijas y descachalandradas de los tedios

por eso existo (como dios) de puro milagro entre los cuervos

gritando que mi madre es una perra una puta

en los hoteles apachurrados de la nada

y que nadie (a pesar del chicle

y la náusea delirante y atormentada de mi alma)

me toma en cuenta

en esta manda humillante de animales

¿comprendes ahora mi odio literario?

¿mi barbarie existencial?

¿mis dudas y miserias?

¿lo insufrible de mis huellas?

¿a los presos de hambre en los sueños carcomidos de la pena?

podrás reírte o carcajearte de mi angustia

de la izquierdosa postura de mis huesos amargados

en las cunetas infinitas de los lodos

de mis tragos verticales en la hierba

de mi amistad inalterable

con las hembritas más fáciles y ricotonas en el barrio

incluso putearme cuando veas a los puercos tragarse las

sombras y jazmines y los ocasos y los sueños en mis manos

pero como todo tiene un precio (como dicen los capos y

los militares en la selva) te digo / para joderme y joderte en mi

negra y emperrechinada tristeza:

para qué diablos tienes tu cabeza de wáter como un huevo en la

mañana

tus ojos de zamba conchuda bamboleándome como un condón roto

en las margaritas de los parques:

segurito para no perder la memoria y tu silueta por el aire

y masturbarte como una lechuza barata por el cine

convertirte en una vieja antes de ir con los soplos a tu

            madre

no justifiques (así) pues depravada tu alma

tu infortunio y tus malas notas de cocinera barata

tu corazón (es verdad) mi querida estudiante sin rostro

ya no ama la cama / ni la cocina el domingo

se ha extinguido como mi falo o tu hueco

en los callejones atragantados y facilongos del odio

allí donde los guaguas nacen y se retuercen

sin tener un puto cobre para el combo del día

porque la voz es la voz y el tiempo es el tiempo

y el silencio y la noche las mismas bestias de siempre

no importa: algún día la tierra (nos dicen las vejestorias

y puntualísimas salamandras de otoño) se abrirá y nos tragará

como una simple cuculí con zapatos y todo

y así se acabará esta pequeña historia mi querida alcahueta:

como una simple mentira que nunca se acaba

y que jamás se acabará en esta superficie de tetas baratas

porque como dicen los cabros del día: somos reyes del mambo

pisando el poncho a los tombos en noches insomnes de trago

sin embargo no te olvides por ello de los precios del alba

de echarte vaselina antes de ir al mercado

y pacharaquearte bien con esos cojudos pelotas de trapo

que se pasan la vida tocando su guitarra en la tarde

porque recuerda (aunque estos caprichos se hundan

en los mondongos eclosionados y desvariados del llanto):

la vida es la vida (rata de mierda)

(ratita de mierda) dorando las aguas

Y ahogando a los hijos

              Como pequeños sapitos

                            en sus sueños vanagloriosos de caca

 

AL PEQUEÑO DROGO QUE MURIÓ

EN MIS BRAZOS

 

Yo te he visto clamar sin brazos

FRANCISCO BENDEZÚ

 

creciste vendiendo botellas y huachitos a la luz de la luna

el tiempo para ti jamás tuvo un recuerdo / un horario

o una cuarto para gritar como un animal salvaje en los

barracones de la noche: “la hierba es buena

pero mejor son las chiquillas para fornicar

entre las amapolas sarnosas de la lluvia”

por eso en tus bolsillos guardabas siempre fotos de mujeres

desnudas que encendían como avisos luminosos tus silencios

tal como ese abrelatas de cerveza que birlaste en aquel

horroroso manicomio una mañana donde tus parientes

te llevaron una noche para que no te faltara algún día tu partida de

defunción ni ese gato que aullaba contigo como un cerdo

nómade en tu cama

de este modo (creían)

nadie podría echarte tan fácilmente al olvido

ni a esa rueda de trastos y viejas primaveras humanas

que son los días después de un sueño lamentable de viejos

              mendigos

donde las agallas del pescado y los bosques del cielo se confunden con la

dentadura postiza de las doncellas desnudas y

            las abuelas putrefactas de tedio

tal vez por eso (y no por culpa de tu sombra o de algún tonto

o antiguo asesino o implacable verdugo) habías agarrado la

costumbre de pegarle a tu madre y robarle las gallinas y los

balones de gas a tu vecino: para defenderte

de todas las miserias del orbe

y de todas las mentiras que crecían como un diluvio en tu

             carne sancochada de loro

jamás supiste (y eso me lo dijiste infinidad de veces

cuando veíamos - ¿recuerdas? - al pie de los balcones de los

             cines derruidos)

que el mundo existía o pretendía existir en su lamento cornudo

             de ancianos

y que para ti era solamente un huevo redondo capaz de

dar miles de vueltas alrededor de tus manos picoteando las malezas

impredecibles del viento tratando de atravesar como un cuervo

                       descocado sin alas los espejos tempestuosos del sueño

y esto te lo digo ahora que estás lejos del tiempo

de todos los frutos que alguna vez soñaste creciendo en el

               terciopelo azul de segunda de tu madre

y sin poner (sobretodo) mi cara de palo porque nunca te vi enseñar

tu corazón a ninguna hembrita en el barrio

donde perdías como las estrellas batallas de cielo

a pesar de lo cual la policía te siguió persiguiendo

como un perro y dándote de palos en el suelo para cambiar

-según ellos- “el rumbo a tu vida”

después de abandonar a tus padres y conocer las migajas del ciego y el culo

del atolondrado naufragio / la desolación permanente de los borrachitos

perdidos / el insomnio inservible del llanto / el silencio de los locos vagando

como patos sin dueño por los basurales del día

comenzaste a buscar un espejo para saber que quedaba de ti

              en las ruinas del asqueroso destino

pero no encontraste nada: ni siquiera la angustia feroz que

               deseabas

por eso te fuiste a beber con los mendigos al mar

de los desaliñados olvidos donde contaste “diez”

antes de tirarte a los rieles descorazonados del tiempo

sin saber que tus amigos te llevaríamos flores y cartas

              y cerveza los fines de semana a la tumba

fu entonces cuando en medio de ruinas y larvas y aguas

             mugrosas cercadas de miedo

(en realidad un poco antes de todo esto que estamos narrando)

te llevamos a un hospital de provincia

donde nadie clamó siente veces al cielo como lo manda la

              biblia

sino que falleciste como una gaviota chillando en mis brazos

              vacíos /

luego de enterrarte al pie de nubes y naranjos podridos

sin ninguna palabra de viento en los labios pero con tu vieja

linterna  (la única felicidad que aun te quedaba en las manos)

unos patas te pusimos (como una clara despedida de amigos)

un viejo ramo de olivos en tu pecho raído

que tú -suponemos-

desde las insufribles pesadillas de las piedras y eucaliptos

              sin agua

agradecerás a pesar de tu niebla cansada de espantos

como el mejor y el más infeliz de los inmortales suicidas.

 

domingo, 17 de octubre de 2021

Elogio del refrenamiento - José Watanabe

 Los hijos de los inmigrantes japoneses escuchamos en nuestra infancia que algún día toda la familia iría a Japón. Era un sueño poco convincente, aun para nuestros padres. El sueño se fue diluyendo y la cultura del entorno nos fue dando a nosotros, sus hijos, una identidad que terminaría siendo irrenunciable. Hoy somos un nuevo grupo de mestizos que forma parte insoslayable del complejo tejido social del Perú.

        Mi padre llegó en 1916. Era un hombre alto y magro. Nunca pude imaginarlo trabajando como agricultor en los latifundios azucareros de la costa peruana, adonde empezaron a llegar los inmigrantes desde 1899. Siempre estaba sosegado. Parecía que todos sus actos tenían un impecable anclaje interior. Esa contención natural fue el aspecto que más le aprecié, el que más me impresionaba. Mis hermanos y yo terminamos por controlar nuestras expansiones ante él. Nunca nos lo pidió, pero de alguna manera supimos que siempre esperaba de nosotros un comportamiento más discreto, más recogido de maneras. No es que hayamos reprimido nuestros modos expresivos, sino que aprendimos a no hacer inútiles aspavientos. Su actitud serena parecía decirnos que hay un orden natural que no requiere comentarios agregados e innecesarios a nuestros actos. Pecho adentro pueden estar las tragedias, las intensidades, los abismos, pero éstos no deben expresarse con largos ademanes.

        Hay ocasiones en que le atribuyo a mi padre algunas de mis reacciones, pero creo que su actitud modifica especialmente mi conducta en circunstancias críticas. Ante la adversidad extrema, me viene a veces una pulsión recóndita que me señala una responsabilidad: sé como tu padre.

        En 1986, en un hospital de Alemania, después de escuchar un diagnóstico terrible, sentí la infinita tentación de descomponerme, de gritar mi angustia e impotencia. Vino entonces a mí un íntimo reproche y me sentí "la única impureza en ese cuarto aséptico". Años después, sobreviviente ya, convertí esa frase en un verso y la continué con otras líneas:

Mas no patetices. Eres hijo de. No dramatices.

El japonés

se acabó "picado por el cáncer más bravo que las águilas",

sin dinero para morfina, pero con qué elegancia, escuchando

con qué elegancia

las notas mesuradas primero y luego como mil precipitándose

del kotó

de La Hora Radial de la Colonia Japonesa.

 

        Esta conducta de imperturbable serenidad ante una situación límite compuso desde muy antiguo el modo de ser de nuestros padres. Ellos crecieron escuchando historias de samurais que luego nos repitieron. Las enseñanzas implícitas en los argumentos abundaban en la dignidad ante las situaciones límites y, particularmente, ante la muerte. Abrevio aquí una de esas historias que mi padre contaba: dos samurais antiguos habían acordado combatir juntos para defenderse mutuamente las espaldas. En una batalla, uno de ellos fue flechado en un ojo por los arqueros del bando contrario. El herido se dejó caer cerca de un árbol mientras su compañero dejaba la espada para auxiliarlo. Se dispuso a poner su zapatilla en el lado sano del rostro de su amigo para fijarlo y tirar de la flecha. El herido lo detuvo con un gesto y le susurró: "Nadie, ni tú, mi honorable amigo, puede poner su zapatilla en mi cara". Enseguida le indicó que lo ayudara a recostarse en el árbol para esperar, con majestad, la muerte.

        Buscar una muerte digna y no dejar el cadáver en una posición vergonzosa es parte del espíritu del Bushido, aquel conjunto de normas éticas con que los samurais gobernaron durante siete siglos el Japón. Con el tiempo, las normas también pasaron a determinar la conducta de la sociedad civil. El Bushido nunca fue escrito pero estaba en el espíritu de todos los japoneses y se transmitía de modo consuetudinario.

        Sospecho que la influencia de mi padre también está en la contención de lenguaje que me place practicar. Sé que es imposible explicar convincentemente por qué un poeta escribe como escribe, pero estoy convencido de que el fraseo poético nace de nuestro modo de ser, no de los estilos literarios. Podemos abrirnos a todos los ideales de poesía, pero se decanta en nosotros el que coincide con nuestra personalidad y se procesa con nuestra biografía. Percepciones poéticas y lenguaje acaso sean anteriores a nuestro primer y ya lejano poema.

        Chikamatsu, el gran dramaturgo de bunraku, a comienzos del siglo XVIII dijo: "Cantar los versos con la voz preñada de lágrimas, no es mi estilo. Considero que el pathos es enteramente una cuestión de refrenamiento. Cuando todas las partes de un drama están controladas por el refrenamiento, el efecto es más conmovedor".

        Creo que mi padre nunca conoció a Chikamatsu, pero lo imagino haciéndole una suave venia de aceptación, especialmente cuando ejercía uno de sus varios oficios, el de restaurador de vírgenes y santos caseros, aquellas estatuillas que la gente velaba en las repisas de sus salas o dormitorios. Antes de ser arrastrado por la aventura hasta el Perú, mi padre había sido un joven estudiante en una escuela de arte de Okayama. Era budista, pero ponía el más devoto empeño en resanar las imágenes católicas. Nunca tuvo reclamos, excepto con los Cristos. Su fe sosegada y sin dramatismos lo llevaba a pintarle a los Crucificados sólo una herida discreta en el costado. Entonces sus clientes le exigían las huellas de la pasión, la sangre estridente de la tragedia.

        Mi padre era lector de haikus, que no están lejos de la poética de Chikamatsu. En medio de los pollos y patos del corral de mi casa, me traducía, entre grandes pausas reflexivas, esos breves poemas que entonces yo no entendía claramente. Ese fue el primer lenguaje poético que conocí. El haiku es un ejercicio de pudor frente al propio descubrimiento de la belleza. El poeta Shoogui dijo:

Lirios del valle

pensad que se halla de viaje

el que os mira.

 

        Shoogui no quería que los lirios se percataran de su presencia porque, al estar allí, se sometía al riesgo de tener que escribir el poema. Teóricamente, el haijin, o escritor de haikus, preferiría no tener que escribir su hallazgo poético. Desearía que todos los hombres estén junto a él y que todos, unánimemente, tengan la misma instantánea percepción. Pero está solo. Entonces, sin afectaciones y del modo más notarial posible, intenta provocar o reproducir en el lector la experiencia que a él le fue revelada.

        Cuando hablo de la actitud de refrenamiento de mi padre, siento que no le hago justicia a mi madre. Ella era peruana, hija de braceros de un enclave azucarero. Los japoneses venían sin pareja y cuando deseaban constituir una familia recurrían al matrimonio por poder. Previamente, los retratos de los varones en Perú y de las casaderas en Japón, embellecidos por los retoques fotográficos, cruzaban el océano en busca de una concertación conyugal. Mi padre fue uno de los pocos que no siguió esa tendencia endogámica de "importar" una esposa.

        Mi madre había heredado de sus orígenes andinos la impronta de templanza que lucía en todas sus actitudes. Pero su contención tenía un matiz de dureza o de aire áspero. Yo admiraba sus frases. Eran bellas. Estaban relacionadas con cosas cotidianas que de pronto alcanzaban la densidad de lecciones morales a veces despiadadas. Muchas de sus frases, pronunciadas como sorpresivos azuzamientos o estímulos para remontar nuestras debilidades, han terminado imponiéndose en mis poemas. Nunca terminaré de agradecerle a mi madre su ayuda para sobrevivir con dignidad: "la olla de barro se hace más dura en el fuego", sentenciaba desde su altura de jueza o matrona.

jueves, 23 de septiembre de 2021

Paul Eluard - El amor y la poesía

 

III

 

Los todopoderosos representantes del deseo

De los graves ojos recién nacidos

Para suprimir la luz

El arco de tus senos tendido por un ciego

Que se acuerda de tus manos

Tu suave cabellera

Son en el río ignorante de tu cabeza

Caricias al filo de la piel.

Y tu boca que enmudece

Puede probar lo imposible.

Paul Éluard

 

XIV

El sueño ha apresado la huella

Y el color de tus ojos.

 

XVI

Bocas ávidas de los colores

Y de los besos que las dibujan

Llama hoja agua sensible

Un ala las mantiene en su palma

Una risa les derriba.

 

 

XXVII

 

Los cuervos aletean por los campos
La noche se apaga
Para una cabeza que se despierta
Los blancos cabellos el último sueño
Las manos se hacen luz de su sangre
De sus caricias

 

Una estrella llamada azul
Y cuya forma es terrestre

 

Enloquecida por los aullidos
Enloquecida por los sueños
Enloquecida por los capelos del ciclón fraterno
Infancia enloquecida por los fuertes vientos
Cómo harías la hermosa coqueta

 

No se reirá más
La ignorancia la indiferencia
no revelarán su secreto
Tú no sabes saludar a tiempo
Ni compararte con las maravillas
pero me oyes
Tu boca comparte mi amor
Y es por tu boca
Detrás del vaho de nuestros besos
Por donde estamos unidos.

 

V

En honor de los mudos de los ciegos de los sordos

Con la gran piedra negra sobre los hombros

Las desapariciones del mundo sin misterio.

 

Pero también para los demás llamando a las cosas por su nombre

La quemadura de todas las metamorfosis

La cadena completa de las auroras en la cabeza

Todos los gritos que se obstinan en destruir las palabras

 

Y que excavan la boca y excavan los ojos

Allí donde los colores con furia deshacen la bruma de la espera

Levantan el amor contra la vida que sueñan los muertos

Los sobrevivientes que comparten los demás y son esclavos delo amor

Lo mismo que se puede ser esclavo de la libertad.

 

VI

 

La vida está sometida a las armas que amenazan

Y asesina todo aquello que la ha comprendido

Muestra tu sangre madre de los espejos

Semejanza muestra tu sangre

Y que la fuente de los días sencillos se seque

De vergüenza lo mismo que los crepúsculos.

 

VII

 

La ignorancia de cantan en la noche

Donde la risa pierde todos sus colores

Donde los dementes que la devoran

Se embriagan con una gota de sangre

Que resplandece entre los glaciares

 

Las grandes emigraciones de la carne

Entre las osamentas y el cansancio

Al frente la muerte a fuego lento

Y los vasos desprovistos de alcohol

Que se agitan como el ave de cabeza

 

El silencio mantiene dentro del pecho

Las antorchas apagadas del corazón

Y entre los astros inmemoriales

Las llanuras prolongan las tormentas

Y los besos se multiplican

 

En los grandes reflectores de los sueños.

IX

 

Los ojos quemados del bosque

La máscara desconocida mariposa aventurera

En las absurdas prisiones

Los diamantes del corazón

Collar del crimen.

 

Las amenazas enseñan los dientes

Muerden la risa

Arrancan las plumas del viento

Las hojas muertas de la huida.

 

El hambre cubierta de inmundicia

Abraza al fantasma del trigo

El terror hecho andrajos atraviesa los muros

Las pálidas llanuras imitan al frío.

 

Solo dolor arde.

 

XV

 

Danzante débil que por las esquinas

Adelanta su angosto pecho

Su fatiga está en una madriguera

La noche lame las vertebras

La tierra muerde su destino

Yo estoy sobre el tejado

Tú no llegarás nunca.

 

I

 

Yo escondo los sombríos tesoros

De las desconocidas mansiones

El corazón de los bosques el sueño

De una bengala ardiente

El horizonte nocturno

Que me corona

Yo voy con la cabeza por delante

Saludando de un nuevo secreto

El nacimiento de las imágenes.

 

VII

 

Dónde escondéis el pico solo

Vuestras alas qué despiertan solo

Unas bolas de manos el poder absoluto solo

Y el prestigio de las rapaces por encima solo

Las ruinas de los espinos solo

El huevo de las manos encantadas inagotables solo

Los dedos que hacen el signo del cero solo

El agua que tiende la mano al zócalo de las cascadas solo

La nieve y sus sollozos a lo lejos solo

La noche marchita la tierra ausente solo.

 

I

Mi presencia no está aquí

Estoy vestido de mí mismo

No hay mas planeta que el tuyo

La claridad existe sin mí.

 

Nacida de mi mano en mis ojos

Y desviándome de mi sendero

La sombra me impide caminar

Sobre mi corona de universo

En el gran espejo habitable

Donde la costumbre y la sorpresa

Una tras otra crean el hastío.

 

IV

 

Siempre es de noche cuando duermo

Noche supuesta imaginaria

Que empaña al despertar las transparencias

La noche gasta la vida y al liberar mis ojos

Jamás encuentran anda que tanga su poder.

 

VI

 

De noche los ojos más confiados niegan

Hasta la extenuación

De noche todo desierto

La mirada se pierde en una soledad de tinta.

 

I

 

Una vasta retirada horizontes desaparecidos

Un mundo suficiente guarida de la libertad

Las semejanzas no guardan relación

Chocan.

 

Las heridas de la luz

Los latidos de los párpados

Y mi corazón que combate

Perpetua novedad de las negaciones

Las iras has prestado juramento

Muy pronto leeré en tus venas

Tu sangre te traspasa y te ilumina

Un nuevo astro del amor se eleva por todas partes.

 

 

 

VII

 

Recelosa de la realidad

La crisis y su risa de cubo de basura

La crucifixión histérica

Y sus senderos quemados

La cornada del fuego

Los grilletes de la prolongación

El contacto enmascarado de podredumbre

Las mordazas del alarido

Y las súplicas de ciego

Los pulpos tienen otras cuerdas en su arco

Otros arcoíris en los ojos.

 

Tú no llorarás

No vaciarás estas alforjas de polvo

Y de felicidades

Tú vas de una cosa a otra

Por el camino más corto el de los monstruos.

 

 

 

 

 

 

 

              Fragmentos

 

“Los pájaros ya no son un refugio suficiente

Ni la pereza ni el cansancio

 

[…]

 

Las sombras que tú creas no tienen derecho a la noche.

 

[…]

 

Una escritura de algas solares

 

[…]

 

Tan serena apagada calcinada la piel gris

Predilecta de la noche presa en sus flores de escarcha

Apenas contiene de la luz sino las formas.

 

[…]

 

Bajos las nubes de sus párpados

Su cabeza se duerme en mis manos

 

[…]

 

Ahechada de pasión ahechada de amor sin amar a nadie

Ella se forja inconmensurables dolores

Y todas sus razones para sufrir desaparecen.

 

[…]

 

Las nubes esconden tu sombra

 

[…]

Tus ojos persiguen la luz.

 

[…]

Todo lo que se repite es incomprensible

Tú naces en un espejo

Delante de mi antigua imagen.

[…]

 

Afuera todo es mortal

Y sin embargo todo se halla afuera

 […]


 Pero todo es semejante

En la piel de la abundancia.

 […]

 

Ni crimen de plomo

Ni justicia de pluma

 

[…]

 

Lo mismo hacen las fugitivas flores

 

[…]

 

Todo lo obstruye y completamente azul

 

[…]

 

Aquí para abrirnos los ojos

Sólo las cenizas se mueven.

 

[…]

 

El búho el cuervo el buitre

No creo en los demás pájaros

 

[…]

 

Las estrellas han reemplazado a la noche "