sábado, 28 de octubre de 2017

Los detectives salvajes - Roberto Bolaño


Ernesto San Epifanio dijo que existía literatura heterosexual, homosexual y bisexual. Las novelas, generalmente, eran heterosexuales, la poesía, en cambio, era absolutamente homosexual, los cuentos, deduzco, eran bisexuales, aunque esto no lo dijo.
Dentro del inmenso océano de la poesía distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfos y filenos. Las dos corrientes mayores, sin embargo, eran las de los maricones y la de los maricas. Walt Whitman, por ejemplo, era un poeta maricón. Pablo Neruda, un poeta marica. William Blake era maricón, sin asomo de duda, y Octavio Paz marica. Borges era fileno, es decir de improviso podía ser maricón y de improviso simplemente asexual. Rubén Darío era una loca, de hecho la reina y el paradigma de las locas.
–En nuestra lengua, claro está –aclaró–; en el mundo ancho y ajeno el paradigma sigue siendo Verlaine el Generoso.
Una loca, según San Epifanio, estaba más cerca del manicomio florido y de las alucinaciones en carne viva mientras que los maricones y los maricas vagaban sincopadamente de la Ética a la Estética y viceversa. Cernuda, el querido Cernuda, era un ninfo y en ocasiones de gran amargura un poeta maricón, mientras que Guillén, Aleixandre y Alberti podían ser considerados mariquita, bujarrón y marica, respectivamente. Los poetas tipo Carlos Pellicer eran, por regla general, bujarrones, mientras que poetas como Tablada, Novo, Renato Leduc eran mariquitas. De hecho la poesía mexicana carecía de poetas maricones, aunque algún optimista pudiera pensar que allí estaba López Velarde o Efraín Huerta. Maricas, en cambio, abundaban, desde el matón (aunque por un segundo yo escuché mafioso) Díaz Mirón hasta el conspicuo Homero Aridjis. Debíamos remontarnos a Amado Nervo (silbidos) para hallar a un poeta de verdad, es decir a un poeta maricón, y no a un fileno como el ahora famoso y reivindicado potosino Manuel José Othón, un pesado donde los haya. Y hablando de pesados: mariposa era Manuel Acuña y ninfo de los bosques de Grecia José Joaquín Pesado, perennes padrotes de cierta lírica mexicana.
–¿Y Efrén Rebolledo? –pregunté yo.
–Un marica menorcísimo. Su única virtud es la de ser si no el único, el primer poeta mexicano que publicó un libro en Tokio, Rimas japonesas, 1909. Era diplomático, por supuesto.
El panorama poético, después de todo, era básicamente la lucha (subterránea), el resultado de la pugna entre poetas maricones y poetas maricas por hacerse con la palabra. Los mariquitas, según San Epifanio, eran poetas maricones en su sangre que por debilidad o comodidad convivían y acataban –aunque no siempre– los parámetros estéticos y vitales de los maricas. En España, en Francia y en Italia los poetas maricas han sido legión, decía, al contrario de lo que podría pensar un lector no excesivamente atento. Lo que sucedía era que un poeta maricón como Leopardi, por ejemplo, reconstruye de alguna manera a los maricas como Ungaretti, Montale y Quasimodo, el trío de la muerte.
–De igual modo Pasolini repinta a la mariquería italiana actual, véase el caso del pobre Sanguinetti (con Pavese no me meto, era una loca triste, ejemplar único de su especie, o con Dino Campana, que come en mesa aparte, la mesa de las locas terminales). Para no hablar de Francia, gran lengua de fagocitadores, en donde cien poetas maricones, desde Villon hasta nuestra admirada Sophie Podolski cobijaron, cobijan y cobijarán con la sangre de sus tetas a diez mil poetas maricas con su corte de filenos, ninfos, bujarrones y mariposas, excelsos directores de revistas literarias, grandes traductores, pequeños funcionarios y grandísimos diplomáticos del Reino de las Letras (véase, si no, el lamentable y siniestro discurrir de los poetas de Tel Quel). Y no digamos nada de la mariconería de la Revolución Rusa en donde, si hemos de ser sinceros, sólo hubo un poeta maricón, uno solo.
–¿Quién? –le preguntaron.
–¿Maiacovski?
–No.
–¿Esenin?
–Tampoco.
–¿Pasternak, Blok, Mandelstam, Ajmátova?
–Menos.
–Dilo de una vez Ernesto, que me estoy comiendo las uñas.
–Sólo uno –dijo San Epifanio–, y ahora te saco de la duda, pero eso sí, maricón de las estepas y de las nieves, maricón de la cabeza a los pies: Khlebnikov.
Hubo opiniones para todos los gustos.
–Y en Latinoamérica, ¿cuántos maricones verdaderos podemos encontrar? Vallejo y Martín Adán. Punto y aparte. ¿Macedonio Fernández, tal vez? El resto, maricas tipo Huidobro, mariposas tipo Alfonso Cortés (aunque este tiene versos de maricona auténtica), bujarrones tipo León de Greiff, ninfos abujarronados tipo Pablo de Rohka (con ramalazos de loca que hubieran vuelto loco a Lacan), mariquitas tipo Lezama Lima, falso lector de Góngora y junto con Lezama todos los poetas de la Revolución Cubana (Diego, Vitier, el horrible Retamar, el penoso Guillén, la inconsolable Fina García) excepto Rogelio Nogueras, que es un encanto y una ninfa con espíritu de maricón juguetón. Pero sigamos. En Nicaragua dominan mariposas tipo Coronel Urtecho o maricas con voluntad de filenos, tipo Ernesto Cardenal. Maricas también son los Contemporáneos de México…
–¡No –gritó Belano–, Gilberto Owen no!
–De hecho –prosiguió imperturbable San Epifanio–, Muerte sin fin es junto con la poesía de Paz, La Marsellesa de los nerviosísimos y sedentarios poetas mexicanos maricas. Más nombres: Gelman, ninfo, Benedetti, marica, Nicanor Parra, mariquita con algo de maricón, Westphalen, loca, Enrique Lihn, mariquita, Girondo, mariposa, Rubén Bonifaz Nuño, bujarrón amariposado, Sabines, bujarrón abujarronado, nuestro querido e intocable Josemilio Pe, loca. Y volvamos a España, volvamos a los orígenes –silbidos–: Góngora y Quevedo, maricas; San Juan de la Cruz y Fray Luis de León, maricones. Los primeros piden hasta en sueños una verga de treinta centímetros que los abra y fecunde, pero a la hora de la verdad les cuesta Dios y ayuda encamarse con sus padrotes del alma. Los maricones, en cambio, pareciera que vivan permanentemente con una estaca removiéndoles las entrañas y cuando se miran en un espejo (acto que aman y odian con toda su alma) descubren en sus propios ojos hundidos la identidad del Chulo de la Muerte. El chulo, para maricones y maricas, es la palabra que atraviesa ilesa los dominios de la nada (o del silencio o de la otredad). Por lo demás, y con buena voluntad, nada impide que maricas y maricones sean buenos amigos, se plagien con finura, se critiquen o se alaben, se publiquen o se oculten mutuamente en el furibundo y moribundo país de las letras.
–¿Y Cesárea Tinajero, es una poeta maricona o marica? –preguntó alguien. No reconocí la voz.
–Ah, Cesárea Tinajero es el horror –dijo San Epifanio.


domingo, 22 de octubre de 2017

Fernando Pessoa - 15 [134-5 a 7; ms.; ing.] &16 [134-8; ms.; ing.]

El genio 
Un hombre grande, superior un surhomme—, es aquel en el que están presentes, en alto grado, la reflexión, la conciencia y el esfuerzo, los tres estados de mayor autoconciencia, casi exclusivamente humanos. Están presentes   diferenciados, es decir, el hombre superior piensa con mayor precisión, siente más profundamente, desea de manera más instantánea, □. No es frío ni severo; por el contario, es un pensador, sin ser puramente un pensador; sentimental, sin ser puramente sentimental; [5*] es un hombre de acción, pero sin parecerse a una máquina. No es un degenerado como Napoleón, quién tenía abundante reflexión (en cierto sentido) y voluntad, pero carecía por completo de sentido moral, pues era un criminal (un epiléptico) y debería haber sido □ en un asilo. Napoleón era un peligro para la sociedad. No era un degenerado como el profundamente sentimental, aunque asexual, Jesucrito, quien era incapaz de una reflexión sana; quien, al igual que todos los místicos y la mayor parte de los metafísicos, pensaba con locura y oscuridad. [6*] No, el hombre superior es más que eso. No es un asexual como Cristo; pero tampoco es sexualmente irritable o surexcitable.
       La fuerza del superhombre se encuentra en su poder de controlar instintos e impulsos desordenados. Su conciencia sabe que son malos, su reflexión los examina, ponderando el mejor método de curarlos, y su voluntad los domina.
       Los centros de inhibición en su cerebro son □.
       Es saludable dado que es fervoroso y entusiasta, no cede a la rabia, la cólera o el vicio. No reverencia ni ataca opiniones; crea opinión. [6*] Su principal deseo es comprender. Pero no desea comprender la creación o  la eternidad, ni entender lo infinito sub specie aeternitatis et necessitatis. 
       Es imaginativo. Es altamente creativo, profundamente original. Aquello que ve o lee no provoca en su mente una vulgar y mecánica asociación de ideas. Reflexiona sobre ello, lo critica, y, gracias a las combinaciones fantásticas y maravillosas que establece, llega a nuevos pensamientos, nuevas ideas, nuevas realidades.
      Es compasivo, apasionado en su amor por la humanidad. Pero procede así no por teorías acerca de la bondad o maldad del hombre, sino por el estudio de las condiciones existentes; un estudio cuidadoso, sin prejuicios y sano.
      [7*] Vive animado por su amor por la humanidad; y este amor, lejos de ser una locura (en el sentido que le doy yo al término), lejos de ser un instinto o impulso, es la forma más elevada de la actividad del sentido moral.
   Se deleita de las cosas puras. No dice, como Proudhon, «El verdadero amor no tiene orgullos». Si lo dijera estaría loco.
      La pureza, la caridad son los sueños del reino triste de los onanistas, de las personas impotentes, de los locos y de los degenerados [,] [de los] pesimistas □.
      [7*] Conjuga la amistad calurosa con su amor por la humanidad, al contrario de todos los amantes de la humanidad, que son unos misántropos. Este amor por el hombre deriva del anarquismo, que es un estigma mental de la degeneración. 


16 [134-8; ms.; ing.]

Tesis: sobre la naturaleza del genio
El genio es una tranformación, una forma de psicopatía de la duda.
      ¿Cuáles son las características generales de los hombres de genio?
      Pensamiento profundo: una forma de ps[icopatia] de la d[uda].
      ¿En qué se diferencia la ps[icopatia] de la d[uda] del genio? (En la calidad del cerebro).

El misticismo es la confusión de los cerebros superiores, mientras qe la imbecilidad es la confusión de los cerebros vulgares, y el idiotismo, la confusión de los cerebros inferiores.
      La interrogación perpetua acerca de las causas y razones de las cosas caracteriza a los hombres de g[enio].

Tipos de genio: poeta, filósofo, científico, □.

¿Qué constituye el pensamiento poético? El amor a la belleza

¿Es la música en sí misma psicopática en su origen? Hay una base patológica del ritmo y la rima (ambas son musicales).
       Filósofos: la base psicopática de la metafísica.
       Artistas: □.

Poetas: incluso los más primitivos deben de haber poseído una hiperexcitabilidad del sistema nervioso. Ahora bien, un cerebro hiperexcitable es un cerebro anormal.
      (Fisiología de la inspiración).

Metafísicos afectados p[o]r la manía de la duda.