jueves, 17 de noviembre de 2016

Veo a los muchachos del verano - Dylan Thomas

I


Veo a los muchachos del verano en su ruina
convertir en eriales los dorados rastrojos,
desdeñar las cosechas y congelar los suelos;
y allí, en su ardor, el invernal diluvio
de amores escarchados, persiguen a las niñas,
y echan en sus mareas los sacos de manzanas.

Los muchachos de luz en su locura, coagulan lo que tocan,
agrian la miel hirviente;
hurguetean los muñecos de escarcha en las colmenas;
allí en el sol, frígidas hebras
de oscuridad y duda, ellos nutren sus nervios
y el signo de la luna, nada es en sus vacíos.

Veo a los muchachos del verano en el vientre materno
rasgar hacia la luz la atmósfera del útero,
dividir noche y día con pulgares de duende;
allí, desde lo hondo, con sombras seccionadas
de sol y luna ellos pintan sus dársenas
mientras les pinta el sol los cascos de la frente.

Sé que de estos muchachos han de surgir hombres de nada
hechos por la transformación de las semillas,
o han de lisiar el aire saltando de sus llamas,
desde sus corazones, cuando el pulso candente
del amor y la luz estalle en sus gargantas.

Oh, ved el pulso del verano en el hielo.

II

Pero las estaciones deben ser desafiadas o se tambalearán
en algún cuarto de hora repicante
donde, como una puntual muerte hacemos tintinear las estrellas;
esa noche en que el invierno soñoliento
les tira de la negra lengua a las campanas
y no se atreven a chistar siquiera
los vientos de la luna y de la medianoche.

Somos los oscuros negadores, exorcicemos a la muerte
en la mujer colmada de verano,
arrojemos la vida musculosa de los amantes que se crispan,
y de los muertos limpios que hace fluir el mar
echemos al gusano de ojos brillantes en la linterna de Davy,
y del vientre preñado quitemos el muñeco de paja.

Nosotros, muchachos del verano en esta red de cuatro vientos,
verdes por el hierro de las algas,
levantemos al bullicioso mar y arrojemos sus pájaros,
alcemos la bola del mundo llena de olas y espuma
para ahogar los desiertos con sus mareas
y trenzar los jardines del condado.

En primavera ornamentamos nuestra frente.
Vivan las bayas y la sangre,
y crucificamos a los alegres señores en los árboles;
Aquí el húmedo músculo del amor se aja y muere,
aquí estalla un beso en una cantera sin amor,
Oh ved en los muchachos los polos de la promesa.

III

 
Yo os veo, muchachos del verano, en vuestra ruina.
El hombre en el desierto de su larva.
Y los muchachos son plenos y ajenos en la bolsa.
Soy el hombre que vuestro padre fue.
Somos hijos del pedernal y de la brea.
Oh, ved cómo se besan los polos que se cruzan.

Traducción: Elizabeth Azcona Cranwell
 

domingo, 13 de noviembre de 2016

Vals de Ángelus - Blanca Varela

Ve lo que has hecho de mí, la santa más pobre del museo, la de la última sala, junto a las letrinas, la de la herida negra como un ojo bajo el seno izquierdo.
Ve lo que has hecho de mí, la madre que devora sus crías, la que se traga sus lágrimas y engorda, la que debe abortar en cada luna, la que sangra todos los días del año.
Así te he visto, vertiendo plomo derretido en las orejas inocentes, castrando bueyes, arrastrando tu azucena, tu inmaculado miembro, en la sangre de los mataderos. Disfrazado de mago o proxeneta en la plaza de la Bastilla —Jules te llamabas ese día y tus besos hedían a fósforo y cebolla. De general en Bolivia, de tanquista en Vietnam, de eunuco en la puerta de los burdeles de la plaza México. 
Formidable pelele frente al tablero de control; grand chef de la desgracia revolviendo catástrofes en la inmensa marmita celeste. 
Ve lo que has hecho de mí. 
Aquí estoy por tu mano en esta ineludible cámara de tortura, guiándome con sangre y con gemidos, ciega por obra y gracia de tu divina baba. 
Mira mi piel de santa envejecida al paso de tu aliento, mira el tambor estéril de mi vientre que sólo conoce el ritmo de la angustia, el golpe sordo de tu vientre que hace silbar al prisionero, al feto, a la mentira. 
Escucha las trompetas de tu reino. Noé naufraga cada mañana, todo mar es terrible, todo sol es de hielo, todo cielo es de piedra.
¿Qué más quieres de mí?
Quieres que ciega, irremediablemente a oscuras deje de ser el alacrán en su nido, la tortuga desollada, el árbol bajo el hacha, la serpiente sin piel, el que vende a su madre con el primer vagido, el que sólo es espalda y jamás frente el que siempre tropieza, el que nace de rodillas, el viperino, el potroso, el que enterró sus piernas y está vivo, el dueño de la otra mejilla, el que no sabe amar como a si mismo porque siempre está solo. Ve lo que has hecho de mí. Predestinado estiércol, cieno de ojos vaciados. 
Tu imagen en el espejo de la feria me habla de una terrible semejanza. 

domingo, 6 de noviembre de 2016

Manual de combate / Charles Bukowski

Dijeron que Céline era un nazi 
dijeron que Pound era un fascista 
dijeron que Hamsun era un nazi y un fascista. 
pusieron a Dostoievsky frente a un pelotón 
de fusilamiento 
y mataron a Lorca 
le dieron electroshocks a Hemingway 
(y tú sabes que se pegó un tiro) 
y echaron a Villon de la ciudad (París) 
y Mayakovsky 
desilusionado con el régimen 
y luego de una pelea de enamorados, 
bueno, 
también se pegó un tiro. 
Chatterton se tomó veneno de ratas 
y funcionó 
y algunos dicen que Malcom Lowry se murió 
ahogado en su propio vómito 
borracho. 
Crane se tiró a las hélices 
del barco o a los tiburones. 

El sol de Harry Crosby era negro. 
Berryman prefirió el puente. 
Plath no encendió el horno. 

Séneca se cortó las muñecas en la 
bañera (es la mejor manera: 
en agua tibia) 
Thomas y Behan se emborracharon 
hasta morir y 
hay muchos más. 
¿y tú quieres ser un 
escritor? 

Es esa clase de guerra: 
la creación mata, 
muchos se vuelven locos, 
algunos pierden el rumbo y 
no lo pueden hacer 
nunca más. 
algunos pocos llegan a viejo. 
algunos pocos hacen plata. 
algunos se mueren de hambre (como Vallejo). 
es esa clase de guerra: 
bajas por todas partes. 

está bien, adelante 
hazlo
pero cuando te ataquen 
por el lado que no ves 
no me vengas con 
remordimientos. 

ahora me voy a fumar un cigarrillo 
en la bañera 
y luego me voy a ir a 
dormir.