domingo, 16 de octubre de 2016

Ilusionista en el desierto - Julio Inverso

He esperado mucho tiempo para hablar. Y ahora, ha llegado el momento de que yo hable y ustedes escuchen:

"Soy Karl Shapiro, tengo 24 años. Cuando tenía 6 creía que era Dios, un dios que tendría que pasar por diversos aspectos risibles hasta encontrar su esencia y transformar, en virtud de su fuerza, la vida y el amor. Desde entonces no ha variado el signo de mi destino ni se ha pervertido mi aura. Soy gigante y me muevo como un gigante: mis piernas vuelan de una cumbre a otra y esas cumbres están hechas de grandes pensamientos, de grandes momentos e iluminaciones. Soy un inventor que ha desafiado el misterio de la música y lo ha superado. Los círculos de mi órbita se hacen elípticos cada vez: planeta perdido en busca de una galaxia sumergida en el mar. Todo cuanto diga será duro, sobrenatural. Ustedes pensarán en aullidos lastimeros de fieras atrapadas, en voces de alienados, de orates, en las palabras del asesino, en la melopea oriental que entonan las doncellas durante las jornadas del sacrificio. Los niños hacen coro en torno a mí y, con sus manos, sostienen mi toga. Les hago el relato de mi alma en las nubes, desafiando a las brumas danzantes y ellos me escuchan como antaño se escuchaba a los patriarcas, a los profetas emigrados de los círculos infernales, con la misma concentrada atención con que los muchachos oían las fantásticas historias de los buscadores de oro. Siempre recordaré con una sonrisa cuando, una vez, en el alto verano de Querétaro, desafié a las tiniebla con una pequeña luz que disertaba en el viento. Invoqué al amor y el amor iluminó todo aquel verano.
No soy científico. Desconfío de la genialidad. Creo en el esfuerzo humano. Esperé 24 años en mi torre, prolongando quizás demasiado mi estudio, mientras en la alta ventana ojivales los osos lamían la luna. Dormí sobre los esqueletos de la guarnición, en los que el moho había dibujado flores ponzoñosas y triclinios y doseles y ángeles. Soñé con Ariadna, la bella egipcia que una vez salvó mi vida en el desierto, dándome un sorbo de agua, soñé que el fuego devoraba el universo y que todos andábamos por inéditos universos-átomos en llamas, infinitos universos que nos contenían, como cápsulas, a cada uno, hombres-cebollas, con diamantes en el corazón, hombres-estrellas de la edad de oro. 
Deambulé por lo cráteres quemados donde solo habitaba el miedo, ansioso por dar con la clave, con el signo y la fórmula. No puedo dedicarme sino a huir, huir también de mí mismo. Estoy maldito. Pacté en secreto con los cometas, con los pájaros migratorios, con el tiempo, con la luz. Y los cometas, los pájaros, el tiempo y la luz siguen todavía iluminando la desdicha de los hombres, la vida mezquina, los pequeños y miserables incidentes de la vida conyugal. Yo quería un amor indestructible,  una bandera calcinada para enarbolarla contra los falsos semblantes, los egoístas, los malvados. Soy el hombre traicionado por el universo, por vuestro falso y maldito universo."

De Vidas suntuosas, 1996. Montevideo. 


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